martes, 1 de septiembre de 2009

Sensación de Otoño y Placeres Robados


Uno de mis momentos favoritos del año siempre fue el final del verano. Cuando se empieza a sentir el otoño. Cuando los días empiezan a ser más cortos, el calor menos asfixiante y comienzan a caer las hojas secas de los árboles, aún conservo el placer de pisarlas para oír su chasquido. Cuando empiezas a añorar los jerseys de lana y cuello vuelto, la manta y el sofá esas tardes de domingo, viendo llover, rodeando con las manos una taza de café caliente para calentarlas...


Sí, reconozco que me gusta el invierno. Con sus días grises, su lluvia, su frío...


Sin embargo, este es uno de los placeres que la vida me ha robado al traerme aquí, donde nunca vestiré un jersey de lana, ni me tumbaré en el sofá con una manta, viendo llover. Donde la vida gira en torno a dos estaciones eternas, primavera y verano. Donde ni siquiera el día sigue su curso normal, y pasa del sol a la oscuridad, saltándose los pasos intermedios.


Pero donde, a cambio, podré pasar mañanas de diciembre tomando el sol y nadando en la piscina. Tardes de enero sentada en el patio....


Está claro que en esta vida no se puede tener todo y que hay que aprender a buscar lo bueno en todo lo que encontramos por el camino. Para vivir, no para sobrevivir.


(Gracias a Su, que me ha inspirado con su frase, haciéndome recordar todas las sensaciones del otoño).

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