domingo, 8 de agosto de 2010

Nada que contar

Últimamente son muchas las personas, aunque suene pedante decirlo, que me recriminan que ya no escriba en el blog. Y tienen razón, lo tengo muy abandonado, pero es que no tenía nada especial que contar, la verdad. O al menos nada digno de mencionar aquí. Llegaron las vacaciones de verano, me fui a Madrid, trabajé como una enana en mi casa tras la obra que hicimos, luego me fui a Panamá a pasar 10 días, volví a casa y seguí abriendo cajas, colocando y limpiando y, por fin, llegó el día de mi vuelta a Jeddah. Sí, nunca pensé que fuera a decir esto, pero no veía el momento de montar en el avión rumbo a mi casa. Y es que parece mentira, pero el ser humano es capaz de acostumbrarse a cualquier cosa. O al menos a mí me pasa, en cuanto cuelgo mi ropa en un armario, coloco cuatro cositas y adquiero una rutina, ya siento que estoy en casa. Y como el mes de julio fui como una peonza de un lado a otro con mi maleta a cuestas (primero en casa de mi madre, luego en un hotel hasta que nos llevaron los muebles, luego en Panamá....), pues me sentía como una homeless, con un desarraigo interno (y externo) que me llevó a una contractura generalizada que ni con los dos masajes que me dio mi amiga Montse se curaron. Pero como en esta vida nada es eterno, llegó el gran día en que me monté en ese avión de la Turkish que me devolvería a casa. Y hasta eso se hizo largo, pasamos una hora dando vueltas por la pista de Barajas (supongo que por la supuesta huelga encubierta de los controladores aéreos) y cuando ya pensaba que nos bajarían del avión y cancelarían el vuelo, arrancamos y conseguí llegar a Jeddah, a mi casa. Claro que en cuanto puse un pie fuera del aeropuerto (y su aire acondicionado) me arrepentí de llamar casa a esta sauna, pero bueno, dicen que la felicidad completa no existe y debe ser verdad. Y como comité de bienvenida, los gatos, que no hice más que poner un pie en casa e ir a la cocina para beber agua, cuando ya estaban maullando en la puerta para que les pusiera de comer. Pobrecitos, si es que todo el mundo se ha ido de vacaciones y aquí los dejan, tirados en la calle..... todos han adelgazado un montón, no sé si voy a poder recuperarlos antes de volverme a marchar, en septiembre. Y digo yo, es que aquí hasta los gatos son flojos? No son capaces de cazarse un pajarillo de vez en cuando? Será el calor, que hasta a ellos los ralentiza. Pues bien, la vida saudí se reanudó con la facilidad con que se reanuda siempre. Te levantas una mañana y ya es como si no te hubieras ido nunca, vuelves a la rutina tan fácilmente que a veces da miedo. Es cierto que la vida aquí es dura por las restricciones y diferencias culturales, pero luego tiene tantos aspectos que la hacen fácil (quizá por monótona) que llegas a sentir una dependencia absoluta de estas comodidades. Y eso asusta, sobre todo ante la idea de marchar de este país y tener que enfrentarte a la vida real. Es una especie de Síndrome de Estocolmo hacia una ciudad que es a la vez secuestrador y libertador. Raro, pero es así como lo sientes cuando vives aquí. Con lo cual comenzamos con la rutina de paseos por el mall con las amigas, piscina, gimnasio de vez en cuando (poco, para qué engañarnos), cenitas con los amigos y playa el viernes. Qué sería de nosotros, los expatriados de Jeddah, sin los exquisitos restaurantes de la ciudad, donde puedes comer delicias de todo tipo acompañadas, desgraciadamente, de agua o zumo o un cóctel sin alcohol. Y que sería de nosotros sin esas playas, prefabricadas y cerradas, dónde, a pesar de todo, conseguimos olvidar el país en el que vivimos. No sé si con esto consigo explicar la sensación de amor/odio que esta ciudad despierta. Todo es bueno pero a la vez malo. Todo podría ser perfecto, pero siempre hay algo que la hace imperfecta. Todo es bonito y feo a la vez. Todo es bueno y malo. Todo es fácil y difícil a la vez. Aquí todo el mundo es reo y verdugo a la vez. Y hablando de reos y verdugos, ayer me llegó un vídeo de una ejecución pública, cuyo enlace no voy a poner aquí por si realmente hay espías de la red como dicen. No sé si está grabado en Jeddah o en cualquier otra ciudad saudí, porque, lamentablemente, estas ejecuciones públicas se siguen llevando a cabo en todo el país. En este vídeo, grabado probablemente con un teléfono móvil, se ve la decapitación de un hombre. Una decapitación asombrosa por lo fácil y "limpia" que resulta. De un tajo. Ni una gota de sangre. El verdugo levanta el sable, lo deja caer y ¡zas! la cabeza cae y rueda, como en las películas. Tenía entendido que generalmente, para evitar el desastre de la sangre, que luego se quita tan mal, le extraen la mayor parte (no sé si la utilizarán después para transfusiones, qué pena tirarla, no?), lo que facilita el que el susodicho vaya ya medio atontado a la ejecución y que no salpique el impoluto thob (vestido blanco, típica vestimenta árabe) del verdugo. Qué apañados, cómo se notan los siglos y siglos de decapitaciones que tienen a sus espaldas, si ya dicen que la experiencia es la madre de la ciencia! Y pensaréis que tengo un humor negro, y un estómago, a prueba de bombas, pero es la única manera de sobrevivir a este tipo de cosas cuando vives aquí. Quizá sea que el hecho de que no haya sangre y todo sea tan rápido convierte esta escena real en una escena de película, de esas que vemos a menudo y te haga tomarlo menos en serio. Espero que sea eso y no que ya me haya convertido en un ser frío e insensible.
Y hablando de bombas, esta mañana hemos recibido un correo electrónico de la Embajada de España en Riad, avisándonos de las informaciones recibidas sobre posibles ataques terroristas a intereses occidentales en Qassim, una provincia al norte del país. Obviamente, desaconsejan que se viaje a esa zona, no sé si tendrá algún interés turístico o comercial, pero también recomiendan incrementar las precauciones en el resto del país. Y claro, tú te preguntas, ¿a qué se refieren con incrementar las precauciones? Porque es evidente que si un terrorista quiere atentar contra intereses occidentales, la manera más fácil de hacerlo (como ya ocurrió hace años aquí en Jeddah), es poner una bomba en un compound. O sea, que quizá es más seguro pasar el menor tiempo posible en casa, no? Pero, quien te asegura que no lo hagan en un mall? O que te sigan al salir del compound y tiroteen tu coche? Así que yo voy a seguir con mi vida como si nada, que sea lo que tenga que ser y lo que el destino nos tenga reservado. Más aún cuando, tras buscar en internet un mapa de Arabia para saber dónde se encuentra exactamente esa provincia, he visto que está bastante cerca de Medain Saleh, la ciudad a la que organizamos una excursión con los amigos en marzo, dónde, a toro pasado, supimos que hace unos años habían asesinado a unos franceses que habían hecho, exactamente, el mismo viaje que nosotros. Creo que si sobrevivimos a aquella excursión, es porque nuestro destino no es morir en Jeddah, seguro!

Y para, llegada la hora, irnos con una experiencia más, hoy he ido con dos amigas a darnos unos masajitos de pies, previo paso por un estanque de agua calentita con peces "chupadores", que nos han dejado los pies como nuevos. La sensación, sobre todo al principio, es muy extraña pues es una mezcla de cosquillas y calambres, pero es cierto que los pececillos se ponen las botas, no sé si comerán pielecillas o qué, pero chupan y mordisquean que da gusto. Luego un masajito y una buena capa de crema y listas para lucir pies en la playa!!
Bueno, pues parece que al final sí tenía cosillas que contar, no? Si va a ser verdad, que todo es aparcar la vaguería y ponerse a escribir. Gracias a todos los que me leen y me "echan de menos" cuando no escribo. Aquí seguiré para ellos, investigando en la vida saudí para tener cosas que contar!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario