martes, 5 de octubre de 2010

Somos camaleones


Recuerdo que cuando era pequeña, uno de los animales que más me sorprendieron, a pesar de la repugnancia que me causaba, era el camaleón. Y quizá de tanto admirar esa capacidad de mimetizarse con el ambiente que le rodea, desarrollé esa faceta camaleónica en mí misma. Me explico. Aprovechando unas reuniones de trabajo de mi marido, me he venido a pasar unos días a Dubai. Sí, otra vez a Dubai. Esa ciudad que, si viviera en España no se me ocurriría venir para nada, pero que viviendo en Jeddah es mi tabla de salvación (digo esto como si no fuera cada dos por tres a España, pero bueno, suena muy poético). El caso es que hoy pude disfrutar de un día normal: fui a la playa frente al hotel, no tuve que pagar por entrar, ni se trataba de una playa amurallada. Era una playa normal y corriente, como cualquiera en España. Después de comer fui a tomar un café a una terracita frente al mar (foto), algo impensable en Jeddah puesto que allí las terrazas de las cafeterías, las pocas que hay, son exclusivas para hombres, las mujeres estamos obligadas a consumir dentro del establecimiento. Después fui a una librería y me compré Come, Reza, Ama y, sólo cuando salía del establecimiento con mi flamante libro y me crucé con una nanny con pañuelo en la cabeza, me di cuenta de toooooodo lo que había hecho en el día de hoy sin abaya, caminando vestida como una mujer normal... Y eso me ha hecho darme cuenta de la increíble capacidad del ser humano de mimetizarse con su entorno y pasar de la opresión a la libertad sin apenas darse cuenta de ello.

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